lunes, noviembre 15, 2010

A Micah P. Hinson story


Micah es uno de esos autores de la vieja escuela que antes de tocar una canción cuenta la historia que hay detrás.

El viernes estaba por Barcelona cuando vi que estaban entrevistando a un tipo que me sonaba. Como soy un poco starstruck me acerqué. Era Micah, resulta que tocaba en el festival de jazz (?). Me habló con mucha cercanía pero con sus southern manners, me preguntó si conocía a Centro-Matic, que iba a ser su banda esa noche. Le dije que le había visto un par de veces en Moby Dick. Fumaba con un filtro a lo Marlene Dietrich y llevaba tirantes y un pañuelo en el bolsillo del pantalón. Después de un rato me preguntó mi nombre y me dijo que me invitaba a su concierto, que me pondría en lista.

Cuando por la noche me acerqué al Palau (ni más ni menos), no había lista de puerta, no tenía invitación a mi nombre y nadie parecía creerse mi historia. Por supuesto. Pero ya que había ido hasta allí, me puse serio y conseguí convencer a la tour manager, o a la relaciones públicas del sello, o a la organizadora del festival, no sé quién era, y pude acceder a una platea.

Desde allí arriba vi a otro Micah, a uno que titubea con gracia, que baila como un robot, que es frágil y emocionante. A la derecha del escenario hay un busto de Beethoven que escruta a los artistas y que, pienso yo, fliparía un poco viendo quién ocupa estos días los escenarios del Palau. Y por encima de Ludwig, unos caballos salvajes se salen de la escayola y parece que van a pasar volando por encima de Micah, de Will Oldham y del resto de Centro-Matic, de las historias de Texas que flotan en el aire, poseídos por el espíritu de John Denver.