martes, diciembre 06, 2011

A certain romance


But all of that's what the point is not
The point's that there ain't no romance around there


Se puede ir a un concierto sin tener ni idea de lo que se va a ver. O lo contrario, se puede acudir conociendo todos los temas de todos los discos y habiéndose estudiado los setlists que la banda ha estado haciendo antes de pasar por la ciudad. En un tiempo en el que la paranoia de la información total está haciendo que se pierda el misterio de casi todo —de todo lo que no es importante—, una de las cosas mágicas que aún conserva la música es la capacidad de sorpresa, la posibilidad de ver algo por primera vez. En mi vida me ha pasado unas cuantas veces. La última fue viendo a Wilco abrir con One Sunday morning, un tema desconocido para mí, que no había escuchado su último disco cuando fui al Circo Price hace unas semanas. Los chavales que estaban a mi lado se preguntaban si era un tema suyo, y uno llegó a decir que era una versión de Leonard Cohen. En cualquier caso, los 12 minutos de tema-río sin estribillo (un riesgo considerable para abrir), con el silencio atento y curioso del público fueron realmente especiales. Y, para mí, lo mejor de ese día. En el pasado me ocurrió igual cuando hicieron New Madrid de Uncle Tupelo en Aqualung, o I hate it here en Granada. Eran canciones que escuchaba por primera vez en directo, y que después siempre las he asociado a ese evento cuando las oía grabadas, y aún hoy me hacen recordar las sensaciones del día concreto en que las descubrí. Con otras bandas me ha pasado lo mismo. Por ejemplo, la del video, The beginning of the end de NIN en Madrid, uno de los momentos más apoteósicos que he vivido en una sala, sin conocer un solo acorde ni una palabra de la letra. Es imposible describir la energía del momento, aunque en el video se intuye un poco lo que allí estaba pasando. Y, por supuesto, imposible olvidar el concierto completo de Rancid en Festimad esperando para ver a RATM, un grupo del que no conocía nada, ni su música, ni su sonido, ni su aspecto. Cuando después me hice con el And out come the wolves, al escucharlo me sonaba como si las canciones estuvieran grabadas en directo en Madrid, como si fuera un disco personalizado.